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viernes, 5 de diciembre de 2014

Cuerpo ajeno

Una de las sensaciones que más me gusta es el de la inmensidad o más bien los "espacios abiertos". Los momentos en que más feliz me he sentido estos últimos años han sido precisamente sintiéndome un pequeño punto ante un pasaje que pareciera no tener fin. Ya sea inmersa en el gran lago Llanquihue donde solo mis ojos son los únicos que toman contacto con el "mundo exterior" o bien caminando entre las inmensas torres de granito mientras vago por el desierto. Me gusta esa sensación, me gusta sentir que soy tan insignificante que en el fondo me fusiono con el y obtengo un grado indescriptible de serenidad. En cambio, cuando estoy prisionera en las cuatro paredes de mi casa mi mundo automáticamente se distorsiona. Mi cuerpo deja de ser cuerpo y se transforma en el blanco de las más grandes angustias, me siento horrible, prisionera... me siento ajena en mi. La dualidad... odio la dualidad, quisiera muchas veces saber quien soy.


Cierro los ojos y me concentro en la inmensidad, en perderme y perderlos a todos, la tranquilidad, la serenidad... aquellos lugares donde no existen parámetros estéticos ni personas que te juzguen, no existe los espejos y pareciera que no existiera yo. Soy solo una pieza de un mosaico que representa el paisaje en si. 

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